Regresar al menú Aventuras


   
 

.........

Barbara Joan Schaffer

CATEMACO: BRUJOS, MONOS, y MEL GIBSON

noviembre de 2005

El brujo me dice que las cartas nunca mienten. Según las cartas, yo no tendría ningún problema de dinero. El brujo estaba impresionado. Supongo que no ve a muchas personas con fondo de pensión bien colocado. Ni vio problemas de salud, pero tampoco me inquietaba la salud. “¿Y el amor?” le pregunté. “¿Qué me puede decir del hombre que me está esperando en la otra sala?” Pone más cartas sobre la mesa. “Veo buenas cartas y veo malas carta,” dice. Otra vez no hay sorpresa. Quizás había agotado todas las buenas cartas respecto al dinero y a la salud. Por lo menos no iba a quebrar o enfermarme por sufrir las consecuencias de un enredo amoroso poco estable. Después, como si fuera una consolación, casi como reflexión tardía, me dice, “Veo a un nuevo hombre en su futuro.” No me informe si el otro sería mejor o peor.

Ya era el crepúsculo cuando llegamos a Catemaco de Veracruz rumbo a Puerto Escondido. Catemaco es famoso por los brujos, pero no sabíamos que sería tan facil encontrarlos. Inmediatamente al entrar a la ciudad un hombre de motocicleta nos indicó que pararamos el coche. Nos mostró su placa oficial, como si fuera un policía, y nos dijo que era agente de la oficina de turismo de la municipalidad. Explicó que nos ayudaría a encontrar un hotel y haría cualquier otro arreglo que necesitaramos. “¿No les interesa ver a un brujo?” nos preguntó. Los brujos sólo hacen las consultas dos días de la semana y hoy fue un día de estos.

Carlos Gómez & Barbara Schaffer
Carlos Gómez Martínez
y Barbara Schaffer
Laguna de Catemaco
Nov. 2005

“Llévenos con un brujo,” le dijimos, y el hombre de motocicleta nos dirigió a un local que pudiera haber sido el consultorio de un dentista. El rótulo al lado de la puerta decía “brujo”. Ahora nuestro guía nos dejó en las manos de otro ciudadano quien nos llevaría a un hotel y nos contrataría una lancha para un paseo en la laguna de tres horas para la mañana siguiente. Mi compañero, el ciudadano, y yo nos sentamos en una sala de espera sin adornos y bien iluminada. Después de cinco minutos conocí a Hector Betaza Domínguez, llamado “El Cuervo”. La sala estaba tan obscura que casi no pude encontrar la silla frente de la mesa donde estaba sentado el Cuervo. Cuando mis ojos se acostumbraron a la obscuridad, pude averiguar que las paredes estaban completamente tapadas con imágines ocultas tal como estrellas de seis picos, animales disecados, y santos de yeso. El ambiente en sí valía el precio de entrada; la consulta me costó 200 pesos.

Idolo moderno de onyx
Idolo moderno de onyx
"enevejecido" con resina
sintética alrededor
2.000 d.J.C. por
gentileza de Carlos
Filiberto Gómez Martínez,
de Toluca, Mexico.

Hector, como se llamaba, era un hombre culto de buen aspecto y buen hablar, que tendría aldredor de 40 años. Me preguntó la razón porque estaba allí, y le dije que sólo fue una cosa de la curiosidad de conocer a un brujo. Le parecía bien y me hizo mezclar un juego bien usado de cartas de tarot. Después de la consulta me preguntó donde vivia. Cuando le dije en Puerto Escondido, perdió su distancia profesional y me preguntó si conocía a un fulano canadiense que también vive allí. No lo conocía. Terminé por darle mi número de teléfono para que me pudiera ver la proxima vez que estuviera en el pueblo.

Macacos
Los monos de Catemaco

Además de los brujos, Catemaco es famoso por los monos. En el año de 1974, treinta y dos macacos de cola muñón (que también se llaman babuinos aunque no los son) fueron traídos de Tailandia a una isla de la laguna por la universidad de Veracruz para investigaciones de comportamiento, y, que sepa yo, todavía son objetos de estudios. (Hay un trabajo en el Internet sobre las normas matrilineales de acicalar de esta colonia.) Los monos, por no ser tontos, se han establecido como una atracción turística floreciente. Los primatólogos no están felices por nada. Preferirían que las dos especies (la suya y la nuestra) se quedaran separadas, una condición que no ocurre en su hábitat natural en Asia donde los macacos tienen la costumbre de saquear la cosecha y hasta entrar en las viviendas humildes rurales. Ellos también han descubierto los beneficios de la agricultura.

Le habíamos dado unos pesos al guía para que comprara los plátanos dominicos antes de salir en la lancha para el paseo en la laguna. Cuando nos acercamos a la Isla de los Monos, el apogeo en la excursión, tiramos los plátanos a la parte delantera de la lancha donde muy rapidamente los macacos abordaron.  Prevenidos por el lanchero, agarramos nuestras posesiones. Los monos tienen fama de robar. Ver los monos de Tailandia en la naturaleza salvaje de  México rural no es disimular de hallar, digamos, una colonia de galos en Patagonia o a la comunidad vasca de Bakersfield, California. En otras palabras, son endogámicos y no completatmente asimilados a su medio ambiente, pero han descubierto un nido en que se acomodan

Le pregunto al lanchero si nunca ha escapado un mono. Nos dice que sí; una vez uno o dos de los monos alcanzaron a huir de la isla y llegaron a la costa. Fueron capturados, pero no fueron devueltos a la isla por miedo que les contaran la ruta de escape a sus compatriotas. Vaya a saber que estragos ecológicos podrían causar si colonizaran el campo. Por supuesto, no sería nada comparado a lo que ya ha hecho nuestra familia de primatos; deseo que los monos tengan buena suerte.

Durante nuestra visita breve en Catemaco tuvimos la oportunidad de presenciar otra rareza transnacional; Mel Gibson estaba en la región para hacer una película sobre los Mayas. No vimos a Mel, pero sí cenamos en el hotel donde se hospedaba parte de su equipo. Fuera del Distrito Federal, nunca había visto a jovenes australianos y norteamericanos sin broncearse. Pero aquí estaban en plena blancura atados a sus computadoras portátiles que se conectaron con los nuevos enchufes en las columnas del restaurante. Era imposible saber si estaban editando videos, jugando juegos de video, o comunicándose con mensajes instantaneos con sus amigos o con sus colegas. Lo que era notable fue su intensidad y que estaban completamente ajenos a los alrededores. Se tendian en las sillas con las piernas estriadas como universitarios, sólo conscientes de su propia existencia y la de sus compañeros, como si el restaurante - uno de los mejores de la ciudad - fuera una oficina de una nueva empresa de Internet. ¿Qué sucedería si uno de estos primatos exóticos escaparan? me pregunté. ¿Asimilarían con los nativos o infectarían a los nativos con su tecnología y su resolución? Actualmente son solamente una atracción turística más.

 

Regresar al menú Aventuras